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domingo, 31 de marzo de 2013

Conversaciones de Caña y Tapa (VI): ¡Polvos dirigidos ya!

Siempre he tenido una cosa muy clara: ¡en la cama hay que pedir lo que quieres! Ya sea diciéndolo con palabras, con gestos, con gemidos... Porque nadie nos va a leer la mente, ni a hombres ni a mujeres. Lo peor ya no es no pedir lo que no gusta sino, además, fingir que nos gusta lo que no nos gusta. Esto, que parece el colmo de los colmos, es bastante frecuente. No estoy hablando únicamente de las mujeres que fingen orgasmos; hablo de personas que gimen como locas y montan un circo de 7 pistas para que su acompañante se crea que las caricias, besos, masturbaciones y demás que le propina son lo mejor que le ha pasado en la vida. El objetivo de dicho comportamiento es doble:
  • Que su pareja se crea el/la mejor amante del mundo
  • Mostrarse a sí misma como una persona liberada sexualmente y entusiasta de la sexualidad
Esto tiene varios efectos: la persona que finge no disfruta, el amante  no se entera de que su pareja no disfruta y mantiene y perpetúa caricias, besos y prácticas sexuales que no le gustan a su pareja (e, incluso, que ni siquiera le gustan a él).

Mira, yo si es un rollo de una noche paso de andar enseñándole nada. Lo finjo todo y, si ya le veo más veces, pues ya le voy enseñando. Pero ¿para qué te acuestas entonces con alguien? Aunque sólo sea "una noche", si te acuestas con alguien es para disfrutar lo máximo que puedas, ¿no? Además, si resulta que vuelves a enrollarte con esa persona y decides empezar a "enseñarle" es bastante probable que alucine con la diferencia entre la primera noche y la segunda... y la tercera...


Cuando te acuestas con alguien por primera vez es lógico que las cosas no salgan redondas, pues no os conocéis, todo es nuevo, no hay mucha confianza... Pero con el tiempo y la intimidad las cosas van fluyendo, te vas conociendo, tienes más confianza y libertad para pedir lo que quieres, para proponer cosas nuevas...

No te digo que el primer día te pongas a dar instrucciones como una loca, ¡pero sí que vayas indicando lo que te gusta y lo que no! Y, por supuesto, si algo no te gusta ¡no lo incentives gimiendo! Acostúmbrate a que los polvos tienen que ser "dirigidos": a partir de ahora, ¡sólo polvos dirigidos! Además a tu pareja le vas a ahorrar el problema y la molestia de tener que adivinar lo que gusta, ¡¡seguro que te lo agradece!!

Ana Lombardía.



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