A veces, los encuentros sexuales que tenemos son muy cuadriculados, se parecen demasiado unos a otros. Ya no solo dentro de la misma pareja que, por efecto de la confianza y la rutina, pueden acomodarse a ciertas prácticas y rituales que saben que les funcionan y les son placenteros; esto sucede, incluso, si observamos las prácticas que realizan parejas distintas o incluso parejas que acaban de conocerse y mantienen su primer encuentro sexual.
Con que son encuentros sexuales cuadriculados nos referimos a lo siguiente: sobre todo cuando conocemos a alguien nuevo y nos acostamos con esa persona por primera vez, casi siempre sucede lo mismo. Se empieza con besos, se sigue con caricias, masturbación, sexo oral y se termina con penetración; así, ¡en ese orden! Además, en muchas ocasiones el preservativo se pone justo antes de la penetración y, cuando esta empieza, ya se presupone que es la última práctica sexual que se va a realizar, en la que el hombre tiene el orgasmo.
Además, el concepto de preliminares -lo que se hace antes de la penetración, el fin último de una relación sexual- está escrito a fuego en nuestra mente colectiva. De este modo, en cuanto empieza la penetración parece que ya no podemos hacer otra cosa, que no podemos dejarla una vez empezada para continuar con masturbación, sexo oral...
Estamos generalizando, pero este patrón se repite en muchas ocasiones. Además, nos es muy útil cuando conocemos a alguien nuevo, pues nos permite tener un camino establecido que suponemos que le va a gustar a todo el mundo.
Os animamos a que rompáis ese patrón si os apetece y hagáis y pidáis lo que realmente os apetece hacer. La penetración no tiene por qué ser el objetivo ni el centro de la sexualidad si no nos apetece. Vivimos en una sociedad coitocéntrica, pero está en nuestra mano -¡y en nuestra boca!- acabar con ello. ¡Que el orden de los factores no altera el producto!
Ana Lombardía.
Además, el concepto de preliminares -lo que se hace antes de la penetración, el fin último de una relación sexual- está escrito a fuego en nuestra mente colectiva. De este modo, en cuanto empieza la penetración parece que ya no podemos hacer otra cosa, que no podemos dejarla una vez empezada para continuar con masturbación, sexo oral...
Estamos generalizando, pero este patrón se repite en muchas ocasiones. Además, nos es muy útil cuando conocemos a alguien nuevo, pues nos permite tener un camino establecido que suponemos que le va a gustar a todo el mundo.
Os animamos a que rompáis ese patrón si os apetece y hagáis y pidáis lo que realmente os apetece hacer. La penetración no tiene por qué ser el objetivo ni el centro de la sexualidad si no nos apetece. Vivimos en una sociedad coitocéntrica, pero está en nuestra mano -¡y en nuestra boca!- acabar con ello. ¡Que el orden de los factores no altera el producto!
Ana Lombardía.
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