Muchas veces la búsqueda del orgasmo puede hacer que nos olvidemos del resto de la relación sexual: el orgasmo se convierte en el objetivo del sexo y, además, marca el fin de la relación sexual. Cuando nos embarcamos en un encuentro sexual el orgasmo es el fin último de dicho encuentro y, una vez que lo hemos conseguido, damos por concluida la relación sexual.
La sexualidad no son sólo genitales y orgasmos: la piel, la intimidad, la complicidad, las miradas, los olores... todo esto forma parte de la sexualidad... y a veces nos olvidamos de ello. Nos convertimos en buscadores incesantes de orgasmos, nos obsesionamos con nuestros propios orgasmos, con el de nuestra pareja, valoramos la satisfacción, la ejecución y la potencia de un encuentro sexual en base a la cantidad y a la calidad de los orgasmos que hayamos tenido...
En esta búsqueda nos olvidamos del "resto"... Además de dejar de disfrutar de "el resto", podemos dificultar la consecución del orgasmo pues, para que este llegue, debemos disfrutar, sentir, experimentar, oler, tocar, gemir... El orgasmo llega por la excitación de todo el cuerpo y de la mente, no únicamente por la estimulación de un pene o un clítoris.
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Nos centramos tanto en encontrar las mejores formas para estimular los genitales, las técnicas más refinadas, las mejores estrategias... que nos olvidamos del resto del cuerpo y, sobre todo, de sentir y dejarse llevar, sin enmarcar el encuentro sexual en una serie de normas prefijadas.
Además, con el orgasmo no se acaba la relación sexual: lo que viene después también es sexualidad. Los besos, las caricias, las palabras, la complicidad y la intimidad que siguen al orgasmo son una parte fundamental de la sexualidad.
Como dice un buen amigo, en el sexo lo importante no es sólo llegar a la meta, sino disfrutar del camino.
Ana Lombardía.
Ana Lombardía.
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