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sábado, 10 de noviembre de 2012

Pornografía, ¡ese invento!



Con la entrada masiva de Internet en los hogares la pornografía se ha convertido en un elemento más en nuestros ordenadores y la vida cotidiana: puedes acceder a ella desde la comodidad de tu casa, a través de tu ordenador y en la más completa intimidad. De este modo, la pornografía se ha vuelto algo normal, habitual, está siempre presente.

La pornografía muestra, en general, una forma de sexualidad muy particular:
  • Hombres y mujeres con un físico muy específico, acorde a un ideal de belleza que no se corresponde con el común de la gente
  • La relación entre hombre y mujer suele ser de dominación-sumisión, casi nunca de igualdad
  • El disfrute del hombre es el centro de la historia, mientras que el de la mujer queda relegado a un plano secundario 
  • La mujer es la que seduce al hombre mostrándose atractiva físicamente y ofreciendo su cuerpo
  • La mujer siempre está dispuesta al encuentro sexual, aunque ella no haya sido seducida previamente
  • La mujer llega al orgasmo simplemente con la penetración vaginal o anal
  • El hombre no necesita más que ver a una mujer atractiva para acostarse con ella
  • El hombre se excita con gran facilidad, mantiene la erección durante mucho tiempo y tarda mucho en llegar al orgasmo
  • El pene es el elemento centrar de la relación sexual

El problema puede llegar cuando buscamos en la realidad lo que tan acostumbrados estamos a ver en la pornografía: no hay que olvidar que la pornografía es ficción, es decir, una distorsión de la realidad para hacerla más atractiva y llamativa. Lo que aparece en estas películas no es susceptible de llevarse a la práctica en la realidad y, si lo intentamos, corremos el riesgo de llevarnos un gran chasco.

Por otro lado, la pornografía nos ofrece una estimulación muy potente: las imágenes son muy llamativas, fuertes, directas, sin ningún tipo de sutileza. Igualmente, los sonidos y gemidos de los actores tienen la misma potencia. Así, consiguen crear una gran excitación sexual en los espectadores en muy poco tiempo. Pero la estimulación que recibimos en la vida real no es, ni mucho menos, tan potente "estimularmente" hablando; por eso, si nos acostumbramos a la estimulación que nos ofrece la pornografía corremos el riesgo de que la estimulación real no sea suficiente para excitarnos. Además, el uso reiterado de la pornografía puede debilitar nuestra imaginación y, en algunos casos, convertir la pornografía en un elemento indispensable para masturbarse. 

Hay que tener siempre presente que la pornografía es ficción y consumirla adecuadamente si queremos evitar los riesgos que conlleva; no hay que convertirla en el centro de nuestra sexualidad pero, si nos gusta, podemos convertirla en un elemento más que estimule nuestra imaginación, introducirla en nuestras relaciones de pareja... sin necesidad de renunciar a ella.

Ana Lombardía.



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